Esta imagen corresponde a la propaganda del sorteo de principios de año, de dudosa legalidad, donde el precio de cada participación era de 5€ |
Estos días, nuevamente, hemos tenido noticia de una iniciativa empresarial que ofrece como premio de un sorteo en combinación con la Lotería de navidad un puesto de trabajo en la provincia de Córdoba.
La oferta en este caso busca
sobre todo una finalidad publicitaria pues se otorgan las participaciones por
una determinada compra y además del empleo incluía el pago de los gastos fijos de la casa durante un año. Eso sí, el puesto de trabajo tampoco es una bicoca,
pues es temporal,
de solo tres meses.
No es la primera vez que aparecen
este tipo de iniciativas en nuestro estado desde que estamos varados en esta
crisis perenne. Al principio de año, con el sorteo del Niño, se rifó por
iniciativa de una empresa catalana un puesto de trabajo indefinido, si bien en
este caso las participaciones se vendían por 5 €. Un par de años antes, también
por navidad, hubo una iniciativa de asociación empresarial de la isla de la
Palma, donde el premio era un puesto de trabajo por 6 meses con la categoría de
peón y sueldo de 748 € al mes.
No pretendemos efectuar un listado exhaustivo de este tipo de sorteos
con premio de un empleo, pues es su reiteración lo que queremos subrayar, baste
señalar que existen reiteradas propuestas similares en los últimos años
(incluyendo un sorteo de 26 puestos de trabajo
públicos por un ayuntamiento en el año 2013), desde el 2009 en cada navidad nos
hemos encontrado con iniciativas de este estilo. No se sortea un coche ni una
casa, sino un puesto de trabajo. El que un premio consistente en un puesto de
trabajo pueda parecer interesante evidencia, lo que ya sabemos, que el
desempleo es nuestra mayor preocupación y, en definitiva, que seguimos
visualizando socialmente el
trabajo como un bien escaso. Este tipo de eventos nos ilustra, además, que la crisis no
ha pasado, a pesar de las fáciles afirmaciones del adán Mariano que nos asegura
lo contrario.Al fondo, en estas propuestas late una caracterización del trabajo no como un derecho, sino como lo
contrario, como un premio o una suerte.
Más allá de esta lectura, en
muchos casos estamos ante una estafa pura y dura; normalmente cuando los
boletos se adquieren mediante el abono de un precio en metálico, como en Valladolid
hace un año (donde las papeletas valían dos euros) o la que hemos señalado de Cataluña
de este mismo año, y el único premio consiste en ese puesto de trabajo sin
alternativas, nos encontramos ante algo de dudosa legalidad. A menudo es frecuente que
las iniciativas de este estilo, además, carezcan de cualquier clase de permisos, ni se han
abonado las tasas oportunas en cada caso, y tampoco se ha formalizado el deposito de las bases del sorteo ante un notario.
Dentro de la esfera jurídico-laboral
se puede entender que es ilícito cualquier tipo de pago para acceder a un
puesto de trabajo, incluso el de precio de una participación en un sorteo.
Desde un punto de vista ético,
creo que existe una banalización de un problema
social, una trivialización de un drama que afecta a cada uno de los
desempleados, que no es de recibo, incluso cuando las intenciones no sean
espurias.
En un libro leído recientemente
sobre los pensamientos sobre el trabajo (Budd, 2014) se recogen 10 conceptualizaciones
sobre el trabajo, pero aquí nos emergen una nueva visión, el trabajo como
premio, que es la antítesis del derecho al trabajo.
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