domingo, 5 de octubre de 2014

171. La realidad tras las formas jurídicas

Este es el cartel de las jornadas del año  pasado sobre la Autogestión; opciones y alternativas organizadas por  guk#autogestioa . Es por su interés, al  parecer me leen, que rompo la pereza de mi silencio.


Entre las variaciones que aquel engendro llamado Plan Bolonia nos trajo se encuentra la generalización de los TFM y TFG (trabajos de fin de máster y trabajos de fin de grado), auténticos instrumentos de tortura con que nos flagelamos los universitarios, tanto alumnos como profesores. Esta temporada una gran parte de los que he dirigido han tenido como denominador común un tema, la autogestión, y a un grupo de agitación y reflexión universitario, de jóvenes maduros,(guk#autogestioa) como protagonista. Al hilo de uno de ellos reflexionamos sobre la relación entre la realidad y las formas jurídicas.

Una posición extrema sobre esta relación incurre en un solipsimo  jurídico pensado que las formas jurídicas agotan la realidad; entre nuestros estudiantes más verdes no es infrecuente que pregunten al presentar los derechos de los trabajadores en el ET por qué no aparecen en igual medida los del empresario; porque no los necesitan, les respondemos. Existen otras relaciones de poder de las que disfruta el empresario, frente a los cuales el derecho pretende una modulación o limitación, de ahí que el importante desarrollo de los derechos trabajadores asalariados, pues son tanto limitaciones como legitimaciones de esos poderes. Pensemos que las horas extras son voluntarias para el trabajador, pero supongamos que éste tiene un contrato temporal cuyo vencimiento se aproxima, al empresario le bastaría una leve insinuación,  ni siquiera necesita ejercer el poder real, para que el trabajador se autocensure.
Todo solipsimo encubre la afirmación de que ese discurso concreto, el jurídico en este caso, es la única fuente de verdad externa, para decirlo en términos de Foucault.
Lejos de esta candorosa posición existe un solipsipmo jurídico, extremo pero hipócrita, con que nuestros gobernantes nos castigan un día sí y otro también; La ley es la ley nos dicen de manera tautológica y simplista ante cualquier manifestación de deseo de cambio. Nada hay más allá de la ley, nos  repiten en una presentación de lo jurídico cercana a la de las tablas de la ley mosaica y alejada del derecho como algo permeable a la voluntad popular. Afirman la  rotundidad del derecho frente al cambio de inspiración popular, pero modifican la ley, incluso la constitución, de manera expeditiva de acuerdo con los intereses de los poderosos. Ni siquiera nos encontramos frente a un ejemplo de iuspositivismo ideológico, donde el derecho se convierte en el único referente axiológico y moral.  Es algo mucho más  pedestre, aquí el derecho es poco más que una coartada.
Lejos de estas posiciones, en un algún caso las formas jurídicas encierran justo lo contrario de lo que afirman. En unos de los trabajos se analizaba el riesgo de autoexplotación ligado a la autogestión obrera a través del estudio de un caso; una Sociedad Anónima Laboral constituida por los trabajadores para mantener los puestos de trabajo ante la quiebra de la empresa en la que trabajaban. Al entrevistar a los socios trabajadores, presidentes del consejo de administración además, quedó claro que en realidad el poder en aquella empresa radica en el gerente, trabajador asalariado y de retribución mucho más alta que los socios trabajadores. Gráficamente recordaban que les decía, sois socios hasta que entráis en el taller, aquí solo sois obreros y yo soy el jefe. La base de su poder no era jurídica, pues radicaba en el conocimiento técnico del que carecían los socios y de su red de contactos sociales, necesarios para la supervivencia de la empresa. En este caso si solo nos fijáramos en las formas jurídicas, en las relaciones propiedad, la realidad nos pasaría desapercibida, pues a veces las cosas no son lo que parecen y existen siempre otras relaciones de poder a tener en cuenta incluso en el análisis jurídico.


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