Esta es una imagen desde arriba de unos de los barcos que surcan el Mediterráneo intentando llegar a Europa. |
Esta última semana las noticias sobre naufragios de barcos de inmigrantes en el Mediterráneo se suceden ininterrumpidamente, en unos 4 o 5 desastres han muerto o desaparecido más de 1000 personas que pretendían llegar a Europa. Hoy mismo ha habido 2 siniestros distintos, uno en Rodas y otro más en el canal de Sicilia con nuevas desapariciones y muertes.
Estas desgracias nos encaminan a
reflexionar sobre el ius migrandi, sobre el derecho de migración y los conflictos
en torno a este tema. Destacamos 4 aspectos en esta reflexión:
Por un lado, la regulación internacional del derecho de emigrar aparece con claras lagunas.
Es cierto que ya en el art. 13 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos se proclamaba el derecho la libre circulación dentro de un estado y el
derecho a salir de cualquier estado, incluso del propio. Más adelante en el
art. 12 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos la libre circulación
se circunscribe a las personas que residan legalmente en un estado y, además,
se estipula que eso derechos pueden restringirse siempre que se hallen previstas en la ley, sean
necesarias para proteger la seguridad nacional, el orden público, la salud o la
moral públicas o los derechos y libertades de terceros,…Pero al margen de
estas menciones no existe una plena aceptación del derecho a la emigración e inmigración, pues los convenios de la OIT (97 y 143) y los
pactos internacionales al respecto intervienen sobre aspectos de la migración,
como la facilitación de las migraciones con fines de empleo (mediante un servicio
gratuito de asistencia y de información a los trabajadores migrantes, por
ejemplo), la represión de la emigración
ilegal o el trato al trabajador inmigrante una vez establecido. Además, algunos instrumentos internacionales,
como la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos
los Trabajadores Migrantes y Miembros de sus familias (1990), no han sido
ratificado por ningún estado Europeo (salvo Albania). Pero, no debemos olvidar un
par de cosas, por un lado todos los estados europeos que hoy se muestran reluctantes
con los inmigrantes han sido en algún momento fuente de emigración (algunos no
tan lejos en la historia como en el caso de España). Además, tenemos que tener
claro que por debajo o por encima de las normas y reglas, la propia noción de
la dignidad del ser humano siempre comprenderá el derecho a buscar el mejor
sitio para vivir y trabajar.
Por otro lado, debe recordarse
que el ius migrandi comprende el derecho
a no emigrar, es decir que se debe asegurar que en origen los estados deben
tener un mínimo de estabilidad y prosperidad, para que no sea obligatoria la
marcha. El derecho a migrar debe comprender el derecho a un desarrollo aceptable
en cualquier lugar del mundo. El hundimiento del estado libio, la guerra civil
en Siria, la presión de ISIS en África y Asía sobre las comunidades que no son de su credo,... han incrementado
la presión emigratoria, pero al fondo
nos encontramos con una geografía de la
desigualdad que propicia estos cambios migratorios.
Por supuesto en torno a la
inmigración surge la trata de personas,
el comercio con carne humana. Seguro que existen personas, mafias que se lucran
con esta necesidad, se habla de un coste de 3000€ por embarque, 13.000€ por
familia según otras fuentes. Y es evidente que no les importa demasiado la
seguridad de los inmigrantes a Europa, más bien nada. Aunque se aprovechan de
una situación de necesidad y no lo creen, no
deja de ser verdad que estos naufragios con tanta muerte solo se entienden si
los propios traficantes propician esos
hundimientos; es tanta la demanda que ni siquiera eso afectará a su mercado.
Por último, hemos de subrayar el nuevo fracaso de Europa, otra vez más
se queda corta, demasiado corta en la resolución de un problema social; la
operación Tritón impulsada por la Unión Europea estaba evaluada en un tercio del
presupuesto de la anterior operación italiana (Mare Nostrum) para intervenir con
respecto a la inmigración desde África. La porosidad de las fronteras para los europeos, mientras se
convierten en barreras inexpugnables para los extranjeros no europeos evidencia una dicotomía entre los ciudadanos y los modernos metecos, infra-sujetos
que reciben un trato disímil.
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