viernes, 18 de mayo de 2012

37. ¿Qué hacer? Reflexiones sobre las reacciones ante las modificaciones restrictivas




En esta entrada queremos reflexionar sobre las reacciones posibles a las modificaciones normativas que implican restricciones de derechos de los ciudadanos. En primer lugar, nos planteamos hasta qué punto los cambios introducidos por la última reforma laboral (RD Ley 3/2012) conllevan un cambio de paradigma en el Derecho de Trabajo. En segundo lugar, sopesamos, brevemente, las respuestas colectivas. Y en tercer y último lugar, nos planteamos qué respuestas podemos dar a nivel individual.

Respecto al primer punto, hay quien defiende la  emergencia de un nuevo paradigma en el Derecho de Trabajo (J.P.Landa, 2012, 46 y ss, que caracteriza a este Derecho del Trabajo como el de las transiciones profesionales). Si analizamos este posible cambio es porque de producirse nos parecería ilustrativo de un cambio mayor referente al propio estado de bienestar.
A nuestro juicio el Derecho de Trabajo se sustancia entorno a tres ideas básicas:
  • La aceptación del trabajador como una persona, es decir, la negativa a equiparar al trabajador como una mera cosa, la difusión de los derechos ciudadanos en el ámbito de la empresa y la restricción del poder empresarial son algunas de sus consecuencias.
  • La admisión de una vertiente colectiva que conlleva la asunción del papel del sindicato, de la negociación colectiva, de la huelga, etc.
  • Una justificación especifica del propio Derecho del Trabajo, el carácter tuitivo hacia el trabajador, esto es la naturaleza pro operario que se supone late en las entrañas del Derecho de Trabajo.
Si procediéramos a realizar un análisis superficial sobre las normas tradicionales del Derecho de Trabajo, contrastándolas con el RD Ley 3/2012 quizás caeríamos en el error de pensar que sí, que efectivamente se ha producido una mutación, un cambio de paradigma que nos sitúa en otro escenario jurídico, que podríamos identificar en ese nuevo papel que se le adjudica al Derecho de Trabajo de ayudar a la competitividad empresarial o en esa idea de la empleabilidad, que podemos traducir como la cualidad de ser usado por el empresario o en esa restricción de la negociación colectiva supeditada a las necesidades empresariales. Sin embargo, más allá de la superficie y de las expresiones manifiestas, el Derecho de Trabajo siempre ha poseído un fuerte carácter pro empresarial, que se constata en el reconocimiento de los poderes empresariales o la aceptación de la dependencia como rasgo jurídico pertinente. No estamos ante un derecho revolucionario. Es un derecho transaccional, cualidad que mantiene aún después de la reforma. Estamos ante una graduación más autoritaria, más abiertamente pro empresario, pero todavía no ante un nuevo paradigma. En la medida que el Derecho de Trabajo es la regulación jurídica del trabajo asalariado en el capitalismo, no cabe duda, a mi juicio, que seguimos dentro del mismo paradigma.

La segunda reflexión se centra en qué respuestas debemos de efectuar desde el punto de vista colectivo. Uno de los objetivos que provoca la incesante actividad normativa, ya sabemos que cada viernes toca chapuza, es que el gobierno marca el índice, plantea las preguntas y nos pone a la defensiva. Una de las consecuencias de esta intensidad es que asistimos ante un juego de manos, pura magia efectista, que nos birla la posibilidad de buscar a los responsables de la crisis, porque cada viernes nos saca un tema al que responder. ¿Pero cómo conseguimos romper esta cadena y tomar la iniciativa? ¿Cómo podemos lograr salir de esa dinámica y plantear nosotros las preguntas? Y todo a ello sin perder el pie en la respuesta defensiva
 Por otro lado, estamos asistiendo a un castigo de los gobernantes en las elecciones por toda Europa, porque sus medidas no son aceptadas por los sufridos electores, pero los nuevos gobernantes no salen de la rueda en la que todos  seguimos  girando. ¿Cómo se genera una respuesta distinta y más democrática, menos tecnocrática? Y por último esta dinámica que nos sitúa la actividad  normativa restrictiva de derechos sociales y la propia vorágine de la crisis económica está propiciando el miedo y el sálvese quien pueda ¿Cómo articulamos un mensaje esperanzador y solidario?
Europa es un mercado desigualmente organizado; En la crisis la falta de homogeneidad fiscal contrasta con la unidad monetaria, lastrando los recursos de los países europeos. Pero esa desorganización siempre beneficia a alguien; normalmente a quien ostenta una posición más central en el mercado, de tal manera que puede influir en el reparto de los costes de la crisis, desviándolos en parte hacia aquellos que padecen una posición más exógena en el mismo. Sin embargo, en la dimensión europea nos articulamos poco y mal. La capacidad de influir en las esferas comunitarias es más difícil que en instancias estatales, la Unión Europea es burocracia supranacional, una tecnocracia susceptible a  la presión de los lobbies sitos en Bruselas y que, sin embargo, aguanta  en  mayor grado las presiones populares porque sus dirigentes no dependen directamente de la  elección de los ciudadanos. Es necesaria una mejor organización europea que respete las necesidades populares, pero para ello es necesario buscar de qué manera se puede influir mejor en las instancias comunitarias. Se debe romper con la irresponsabilidad de los dirigentes comunitarios y europeos.
Por último, existe una dimensión individual en la que debemos pensar. Personalmente no creo en la vocación, concepto al que veo un regusto excesivamente religioso, sino en la profesionalidad, debemos y podemos hacer las cosas lo mejor posible desde el punto de vista de la lex artis; es el gusto del trabajo bien hecho. C Dejours opina que la organización de trabajo es eficaz porque los trabajadores aportan el celo o diligencia para que las cosas funcionen, apartándose de las reglamentaciones y normas si es necesario. De ahí que cuando se convoca una huelga de celo y el trabajo se cumple de acuerdo sólo a las reglas, el sistema no funciona y se colapsa. Esta perspectiva enlaza con el incremento de trabajo a un salario igual o inferior que suponen los recortes ordenados en los diversos RRDD leyes en cada sector, Educación, sanidad, función pública, etc. ¿Qué hacer? ¿Cómo conciliamos el gusto por el trabajo bien hecho con el rechazo de un incremento de la explotación? Hemos de tener en cuenta que esas restricciones conllevarán la expulsión de los más precarios e inseguros en los distintos ámbitos (40.000 en educación, por ejemplo). Pero tampoco debemos obviar que la defensa de los servicios públicos, frenar su deterioro o su voladura como pretenden algunos sectores, es un valor por el debemos trabajar. Además, las modificaciones normativas han tenido siempre el cuidado de marcar diferencias entre los receptores (distintos de trabajadores, profesionales, profesores,…), de tal manera, que la tentación de encerrarnos en nuestras torres de marfil es grande.

Como se ve, en cuanto salgo de las disquisiciones jurídicas tengo más preguntas que respuestas, pero el primer paso para la resolución de un problema es realizar las preguntas adecuadas. En cualquier caso, si alguien tiene respuestas, las oiré con agrado, de verdad. Y por supuesto, si alguien se efectúa preguntas distintas que las mías también le escucharé con atención.

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