La Ministra tal vez está buscando en su bolso argumentos que justifiquen los beneficios en el empleo de la reforma laboral. Lo tiene difícil, de verdad. |
Estos días estamos asistiendo incrédulos al esfuerzo titánico pero imposible de los voceros del gobierno de contarnos las bondades que su Reforma Laboral ha tenido en el empleo. Unos días nos dicen que todo hubiera sido peor sin ella, otros que gracias a ella se han evitado la pérdida de 400 empleos diarios,…
En definitiva, afirman que la
reforma ha ayudado a descender el aumento de desempleo, a frenar el ritmo de
destrucción de empleo y que algo ha empezado a cambiar. Atrevidos juegos de
palabras para decirnos que gracias a la Reforma Laboral de 2012 se han perdido
menos puestos de trabajo que lo que hubiere pasado sin ella.
Obviamente este tipo de
afirmaciones siempre quedan bien y son
muy agradecidas pues son aparentemente inverificables: lo que hubiere
ocurrido en el empleo sin la reforma laboral
no ha ocurrido y sólo es conjeturable.
Ahora bien, podemos desentrañar las
argumentaciones y comparaciones que justifican esa hipótesis de que la Reforma
laboral ha sido beneficiosa en el empleo.
1.
De entrada los datos van en dirección contraria;
se ha perdido mucho empleo desde la promulgación del RD Ley 3/2012 (unos 850.00
durante todo el año) y, lo que es peor, el número desempleados ha crecido menos
porque una parte significativa ha perdido no solo el empleo sino las esperanzas
de conseguir uno nuevo. Se puede jugar con los números, lo aguantan todo, y
comparar los desempleados del último año
solo con los datos del 2008 y 2009, omitiendo los del los últimos años, como
hace la ministra, pero no son más que juegos de manos.
2.
Es cierto que la reforma laboral bascula a favor
de los empresarios. De hecho este colectivo, que valora con tibieza las
reformas del gobierno, ésta le parece más que aceptable (el País, 27.01.2013).
Pero creer que favorecer a los empresarios (desciendo los costes laborales y
suprimiendo los derechos de los trabajadores) crea empleo o al menos frena su
pérdida es falaz y retrogrado. Supone
una visión de los logros y conquistas sociales como meros costes e impedimentos
al desenvolvimiento económico, afirmando de soslayo que cuanta menos protección
y derechos sociales se crea más empleo. Lo siguiente sería postular la
servidumbre o la esclavitud como los mejores sistemas para crear empleo.
3.
Más en concreto, parece afirmarse que la mayor
flexibilidad interna (descensos salariales, negociación a la baja o la mayor
facilidad para la modificación
unilateral de los derechos laborales) ha funcionado y funcionará como una
alternativa al despido. De entrada nada hay en las normas (ni en el RD Ley ni
en la Ley 3/2012) que imponga la flexibilidad interna como alternativa a la pérdida de empleo. Aun más, ambas normas
contienen elementos que incentivan el recurso al despido por parte a los
empresarios como son el menor coste indemnizatorio de los despidos
improcedentes o la eliminación de la autorización administrativa en los
despidos colectivos.
En cualquier caso, en la realidad y en la práctica no
han funcionado como fórmulas alternativas sino complementarias. Han descendido
los salarios (un 0,6% según el Banco de España, frente a una subida del IPC del
2,9%, con lo que la se ha producido un descenso del poder adquisitivo del 3,5%
en el 2012). Pero también se ha perdido mucho empleo, especialmente del empleo
público, opción incrementada por la intervención normativa
4.
Para argumentar los efectos beneficiosos de la
reforma laboral la ministra Bañez recurre al menor uso de los despidos
colectivos el año pasado como si la facilitación normativa de la modificación
de las condiciones de trabajo o el descuelgue salarial hubiera evitado el
recurso a las extinciones.
No es así y hasta la Ministra lo sabe. El número de extinciones no ha descendido ni se
ha frenado. Lo que ocurre es que en general los empresarios recurren en mayor
grado a los despidos individuales que a los colectivos, bien por el pequeño de
las empresas, bien porque el despido colectivo exige unas formalidades, que aun
aligeradas por la reforma laboral, las empresas prefieren eludir.
También se agita como dato indicador del crecimiento de
empleo por virtud de las reformas del Gobierno la aparición de un contingente
significativo de trabajadores autónomos el último año. Pero tal vez el dato sea
menos positivo de lo que parece y pueda tener una lectura justo contraria a la
realiza la animosa Ministra, optimista por obligación, pues quizás indique el
convencimiento de la población del agostamiento del mercado laboral y de la
seguridad de la escasez de las ayudas a los desempleados.
Seguramente la norma laboral posee unos efectos más
neutrales en la creación o pérdida de empleo de lo que el gobierno interesadamente y falazmente airea. Pero este
empeño baldío en demostrar las bondades en el empleo no es casual ni gratuito. Es
una mistificación que intentar justificar la inclinación hacia los poderes empresariales que ha
supuesto la reforma laboral de 2012. El efecto en el empleo es una máscara que
pretende ocultar el carácter ideológico y servil a los intereses de ciertas
clases de esta intervención normativa. Se aprovecha la crisis y el miedo que
suscita la precariedad que crea para barrer para casa y eliminar derechos laborales.
Como nos recuerdan C. Charcartegui y J López en sus artículos
sobre la reforma laboral las modificaciones legales aplican viejas recetas que
no han funcionado en el pasado y que impedirán
crear salidas efectivas a la crisis.
Algún ministro comenta con entusiasmo digno de mejor causa que
comienza a vislumbrarse la luz al final del tren. Esperemos que esa luz no sea
un no sea un tren que nos arrolle
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